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Guardián De Las Pausas


¿Por qué con el tiempo el dolor de la pérdida de seres queridos se atenúa, dejando atrás una tristeza tranquila y luminosa? Los racionalistas dirán que simplemente nos olvidamos. Los habitantes de Kemmesa creen que este dolor es tomado cuidadosamente por el misterioso Guardián de las Pausas.
 
Se dice que es la encarnación de la pausa entre la inhalación y la exhalación, el intervalo entre el sueño y la realidad. Se ve como un esqueleto en un frac perfectamente desgastado y con un cilindro. En una mano ósea, sostiene un bastón para vencer el ritmo, en la otra, un reloj de bolsillo cuyas manos se congelaron hace una eternidad.
 
Cuando el anhelo del difunto se vuelve insoportable y más fuerte que el tictac de cualquier reloj, el Guardián se acerca al que sufre. No dice una palabra, solo gira la llave de su reloj. Y el tiempo se detiene. En el silencio absoluto que ha surgido, el mundo se adelgaza: el aroma sutil del perfume se escucha, el eco de una risa de larga data vuela, se siente un toque fugaz.
 
No es un fenómeno del otro mundo. Es una señal. Un mensaje silencioso, apenas audible: "Está bien. Estamos aquí. Tienes que seguir adelante".
 
Después de hacer su trabajo, el Guardián de las Pausas dispara el cilindro en una reverencia silenciosa y desaparece tan silenciosamente como apareció. Lleva consigo un sorbo de tiempo lleno de dolor, dejando alivio a cambio. Sirve como un recordatorio de que la verdadera conexión entre los mundos no está en los momentos contados por el mecanismo, sino en la eternidad que se esconde en las pausas entre ellos.
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