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La leyenda del sombrero extraño


En el Norte de Kemmes, en un pequeño pueblo que se refugió entre pinos centenarios, vivía la anciana María. Todos la conocían, pero pocos se atrevían a hablar, porque temían su extraño sombrero, que no era solo una prenda de vestir, sino un puente silencioso hacia el otro mundo.
 
Una vez al año, cuando la Luna ocupaba una posición especial en el cielo, María aparecía en la Plaza del pueblo con su sombrero. Encendió las velas que llevaba en sus campos, momento en el que se produjo el silencio. La luz se desvanecía, el velo de los mundos se adelgazaba, y los vivos podían ver cómo las siluetas aparecían en las paredes de troncos de los graneros y las casas. Los aldeanos, conteniendo la respiración, observaron imágenes reconocibles de un anciano que se ajustaba el sombrero, niños jugando con un perro y otras sombras.
 
La magia no estaba en la invocación, sino en la ruptura más sutil del velo entre los mundos. El sombrero de María no atraía a los muertos, sino que solo borraba la línea por un momento, permitiendo a los del otro lado mirar a los vivos y asegurarse de que fueran amados y recordados.
 
Tan pronto como el cielo en el este comenzó a brillar, las llamas en el sombrero temblaron, anunciando el final de la reunión. María se quitó el tocado y la ilusión se derritió como una niebla. El puente se derrumbó. Pero no había dolor en las almas de las personas, sino solo una tristeza tranquila y ligera y confianza: sus seres queridos no desaparecieron. Solo esperan el próximo año para reunirse con ellos nuevamente a la luz de las velas de un sombrero viejo.
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