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La historia del pequeño gigante


Érase una vez, en el Norte, entre las montañas, apareció el gigante Gromor. La tierra misma lo engendró para grandes cosas: mover rocas, cambiar los cauces de los ríos y derribar acantilados. Su arma era el tronco de un pino centenario arrancado de raíz. El poder de Trueno era tal que incluso los demonios, los dueños de esas tierras, temblaban ante él y se dispusieron a encontrar el control sobre él.
 
Los chamanes cavaron todos los rollos en busca de una manera de matar al gigante, pero en vano. Luego, el más astuto de ellos propuso otro camino: no destruir, sino reducir. Uniendo fuerzas, los demonios tejieron un hechizo insidioso de la magia misma y lo lanzaron sobre Thunder.
 
El gigante no sintió dolor, solo mareos. El mundo a su alrededor se elevó, giró en un torbellino y se convirtió en gigante. Un momento después, Gromor, muy pequeño, se paró en la palma del demonio triunfante. Convencidos de su éxito, con una risa despectiva lo abandonaron y se fueron.
 
Así que el gigante poderoso se hizo más pequeño que el gnomo. Su legendario garrote se encogió a una ramita normal. Ahora, el bosque familiar ondeaba alrededor de una pared intransitable de hojas de hierba y tallos.
 
Pero el espíritu del gigante no se rompió. Su fuerza, comprimida hasta un pequeño punto, solo se concentró. Aprendió a saltar por encima de los pinos, y su ramita, golpeando los puntos débiles, derribó a las criaturas hambrientas, que solo veían presas en él.
 
Poco a poco, el resentimiento ardiente dio paso a la curiosidad. Descubrió que ser un pequeño gigante en un mundo enorme es mejor que al revés. El mundo familiar desde una nueva altura estaba lleno de detalles interesantes. Al final, hizo un trato con los antiguos enemigos: comenzó a ayudar a los demonios en sus asuntos, apreciando la esperanza de que algún día le devolverían su verdadera apariencia.
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