El cuento del Susurro

En el extremo sur de la Esfera, donde terminan los desiertos sofocantes, se encuentra la tierra de los hombres — Kemmes. El pueblo de aquí honra a los difuntos y cree que después de la muerte, las almas van al mundo de los muertos, a la morada del descanso eterno.
El camino hacia allí lo indica el Susurro, un espíritu incorpóreo compuesto de niebla y sombra. Para los ojos del difunto, aparece como un enorme monstruo peludo con muchos ojos sin fondo, para que el alma no dude de la grandeza del momento.
Pero incluso las reglas estrictas tienen excepciones. Se dice que un día un Susurro conoció a una chica en el mundo de los vivos. Su corazón estaba desgarrado por el anhelo de su hermano muerto, y la vida misma casi abandonó su cuerpo, otorgando la capacidad de ver lo invisible. Conmovido por su dolor, Susurro rompió el antiguo Testamento y accedió a acompañarla a su hermano.
La llevó a un lago sereno en el corazón del Reino de los muertos, donde estaba sentado el joven. Antes de dar un paso adelante, el monstruo dijo: "Recuerda: el solo sonido de tu voz viva romperá el silencio de este mundo. Cállate".
Ella asintió. Pero cuando vio a su hermano, se olvidó de la prohibición. Ella gritó su nombre. Y el silencio explotó. El grito de un hombre vivo, como un trueno en un día sin viento, perturbó la paz de los difuntos. Los espíritus rebeldes, cegados por la furia, llevaron a la niña al abismo muerto de su mundo. Y el Susurro solo podía observar...
Desde entonces, el fantasma de la niña deambula entre los muertos y no puede encontrar consuelo. Y el gran guía hizo un juramento: nunca más guiará a aquellos cuyo corazón aún late. Porque la compasión puede convertirse en una maldición eterna.
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