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Leyenda del halcón peregrino


Se dice que un verdadero cazador debe tener un ojo de halcón. ¡Y de qué otra manera el cazador puede ver la presa y dejar que la flecha correcta entre en su corazón! Muchos dicen eso, pero los norteños realmente lo creen.
 
Después de que el cazador demuestre su habilidad y perseverancia en la búsqueda del pionero de los páramos, se dirige a las montañas cubiertas de nieve en la costa del mar marginal. Sí, sí, el Norte solo parece plano – de hecho, ¡hay muchas cadenas montañosas extendidas una encima de la otra! Y en algún lugar, en lo alto de las montañas, viven verdaderos cazadores, a cuya habilidad otros solo pueden alcanzar, pero nunca alcanzarla. Y el joven cazador de huesos debe superar profundas Gargantas, terribles glaciares y escarpados acantilados para llegar a los picos afilados en los que los halcones peregrinos anidan.
 
Los halcones peregrinos son aves pequeñas, anodinas y discretas. Y ese es su poder: no se pueden ver contra rocas grises y hielo gris mientras giran en círculos en el cielo sobre una víctima desprevenida. Los halcones peregrinos esperan hasta que la presa esté en un punto conocido por ellos, y luego doblan sus alas y se lanzan hacia abajo. Corren hacia la víctima como un rayo, y el aire detrás de ellos se derrumba, como un trueno que truena desde el cielo despejado. Y nadie puede escapar de su golpe.
 
Es para los huevos de halcón peregrino que los cazadores de huesos van a las montañas. Esconden cuidadosamente un solo huevo detrás de su seno, dejan un trozo de carne cruda en el nido y luego bajan a su aldea. Deben pasar este huevo a través de todos los peligros, no dañarlo ni romperlo, y luego calentarlo en calor hasta que Nazca el polluelo. Luego alimentan y crían al halcón peregrino, y éste los reconoce como sus padres.
 
El cazador, que logró obtener un halcón peregrino, es considerado un maestro de su oficio. Sus ojos ya no son conscientes de la fatiga, su mano es un error. Un pájaro que gira sobre él en el cielo le permite ver el mundo con sus propios ojos. Y su flecha siempre golpeará exactamente al objetivo, como las garras del halcón del Norte, cayendo como un rayo. Los norteños lo creen.
 
¿Cómo saber si los ojos de los verdaderos cazadores de huesos son como los de un pájaro? Solo podemos adivinar, mirando sus cascos con máscaras de hueso que ocultan de manera confiable su rostro del viento maligno. Y de miradas curiosas.
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